El Arte de Pensar

No sólo nos gusta escribir lo que pensamos, si lo escrito no es leído, ¡para qué esforzarse buen amigo!, de poco vale en el papel plasmado, lo que pensamos, sin compartirlo.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Universos Para"lelos" II

El Viaje

¬Ten en cuenta, -dijo Alsahín-, que lo que cambiaras en ese pasado no modificaría en absoluto, el presente de donde vienes. Se crearían dos universos paralelos que no coincidirían jamás. Sencillamente habrás muerto o desaparecido en ese presente futuro en el que eras. Podrás volver, pero no esperes encontrar nada diferente a lo que ya había. Aunque hayas modificado algo en el pasado, éste transcurrirá en un universo distinto. De hecho, podrían reproducirse infinidad de universos paralelos como pueda producir el pensamiento.

¬Pero, entonces, ¿todo es irreal?, -pregunté-.

¬Es irreal hasta que se hace presente, -contestó Alsahín-. Pero una vez hecho presente, el tuyo no puede afectarlo en ningún tiempo, puesto que pasas a formar parte del mismo. Son totalmente autónomos e independientes. Cada uno transcurrirá según su propio presente.¨El ente y su número es el mismo, no cambia la media, mediana y moda¨.

¬Te lo voy a ilustrar con un pequeño cuento:

Se dice que en un pequeño país del que ya no se tiene memoria, habitaban los Gnomos Reales. Todos los años visitaban un bosque distinto. Cuando eso sucedía, el bosque era engalanado e iluminado por infinidad de luciérnagas. Las mariposas y los pájaros se vestían con sus trajes más coloridos, los árboles reverdecían sus hojas, los ríos tranquilizaban sus aguas, los estanques y lagos se congelaban, para iluminar más, si cabe, con los reflejos del sol, tan maravilloso espectáculo. Pero había unos habitantes del bosque....... que no estaban a la altura de los preparativos para recibir al Monarca y su coorte.... ¨Eran las Setas¨. Se reunió el consejo Setil para ver que podían hacer. No había más remedio que llamar al Magosetón. Acudió el susodicho y después de oír al consejo dijo: Los he escuchado atentamente y veo que no hay otra solución que la ya aplicada en otros bosques: ¨Os bañareis con el Perfume Venal¨.

¬¡¿El perfume venal?!...., -dijeron todas- .....¬Por favor Magosetón, tú mejor que nadie sabes que no dio resultado. ¬Sí, sí, ¡no dio resultado! -gritaron-.


¬¡Un momento!,¡un momento!, -dijo el mago-. No dio resultado y fue un fracaso, porque todas quisieron hacer uso del mismo. La cantidad que le correspondió a cada una, fue tan ínfima que no produjo ningún efecto. Hay que suministrarla en proporción al tamaño de cada una, y como no hay tiempo para clasificaros, propongo que se haga por sorteo. Más o menos la mitad de vosotras hará uso del perfume.

Se reunió de nuevo el consejo y decidieron que así se hiciera. Trajo el Magosetón el tan ansiado perfume y se dispusieron a acicalar a las más afortunadas. Inmediatamente el ¨Perfume Venal¨surtió efecto. Las setas impregnadas con el perfume, se vistieron con multitud de formas y colores. Unas blancas como la leche, otras amarillas como el sol, rojas como la sangre. Unas con rayas y motas alrededor. Otras, con puntos negro azabache.

De la parte no agraciada se oyó llorar a una seta. Se acercó el mago, y preguntó: ¿Qué te pasa Rebollón?. ¬¡Qué mala suerte que tengo!, -dijo-. Condenada siempre a vestir de gris y marrón.

¬Por sorteo tocó a cada cual, no maldigas tu suerte, pronto empezará a pudrirse el deseado ¨Perfume Venal ¨. Que el hábito no hace a la seta indigesta, tampoco el color. Aunque la amanita se vista de seda, y de tu primo se burle, el huraño Champiñón. No había otro arreglo posible, fue la única solución.

Llegó el día. Ataviadas con sus formas y colores, se acercaron a la fiesta real. Capitaneadas por la bella Amanita, se adentraron en el palacio rural. Pasaron toda la noche bailando, entre plato y plato, de boca en boca, de mano en mano. Muy pronto empezó a hacer estragos el ¨Perfume Venal¨, que pudriéndose en el grupo setal, contagió a los invitados. Unos cayeron en profundo sueño, otros, vomitaban de los manjares saciados, derramándose en el suelo.
El Rey se sobresaltó. ¬¡¿Qué es esto?!, -dijo-. ¿Quién ha entrado en palacio y ha provocado tan gran desgracia, tan gran disgusto?. Entre los comensales se oyó una voz: ¬¡¨Las Setas señor ¨!. ¬¡¿Quién ha hablado?!, ¿de quién es esa voz?, -preguntó-.

¬Soy yo, ¡Rebollón!. Quise ver de cerca la fiesta, ya que acudían perfumadas, mis parientes las setas. ¬¡Las Setas!, -dijo el Rey-. ¡Que se acerque su responsable, quien las comanda!. Se acercó la Amanita: ¬¡¨Aquí estoy señor¨!.

¬¿De qué habéis venido vestidas, que a unos dejáis soñando y otros devuelven la exquisita comida?, -preguntó el Rey. ¡Respondedme con tino! por cierto......, acorde al daño creado. ¡Esto es un desastre, un desatino!.

¬La culpa fue del perfume...., -respondió Amanita-. Del ¨Perfume Venal ¨, que el mago inventó. La culpa no es mía ni suya, -señaló a Rebollón-. La culpa es del Magosetón.

¬¡¿Del Mago Setón?!, -exclamó el rey-. No intentes buscar responsable, de lo que la maldita Amanita aceptó, dijo, y prosiguió: “Quedarás apartada en el bosque, para que nadie huela tu olor, y si osas a alguna fiesta asistir, transformaré tu silueta de seta, en forma de miembro viril. Pasarás, de ser una seta del bosque, de llamarte Amanita Vulgar, te llamarás Amanita Faloide”.

Cabizbaja, marchó la seta hacia el bosque, la acompañaban las otras, vestidas de colores......... Se bañaron en aguas tranquilas, se frotaron unas a otras. Sus colores no desaparecían. ¨El Perfume Venal¨ no podían quitar. Hicieron venir de nuevo al Magosetón. Le dijeron: ¬¨Cambia al estado anterior, nuestro estado actual¨........ Respondió el mago :

¬No puedo cambiar vuestro olor, ni vuestra forma, tampoco el color. ¬Tan sólo queda una posibilidad, si dispuestas estáis a viajar: “Regresar al tiempo anterior”. ¬¡Dispuestas estamos!, -dijeron las setas-. El Mágico mago hizo que regresaran al día antes de la fiesta. Para su sorpresa, se encontraron con sus iguales, y con el mismo dilema se mezclaron entre ellas. Esta vez no hubo Magosetón, ni ¨Perfume Venal¨. Se votó a Rebollón para escoger las más bellas para la fiesta real. Rebollón no tuvo problemas, escogió a las más bonitas de ellas, que creyendo haber perdido el olor, todavía mostraban su forma y color. ¬La que tuvo retuvo, -dijo Amanita-, y pensó: “el Rey no nos conocerá, no hay perfume maldito, no hay ¨Perfume Venal¨”. Procedieron pues a entrar en palacio. Se inició el baile y de nuevo todo empezó, repitiéndose los mismos pasos que en la situación anterior. No llegó a sentarse a la mesa. En el calabozo el Rey la encerró. “Ahora entendía, que el Rey descubrió no a una vulgar seta del bosque, que no desprendía perfume ni olor, sino a la de forma viril, la amanita vulgar, ahora llamada, ¨Amanita Faloide¨”.

¬Me he perdido Alsahín, más que un cuento ilustrante, parece un cuento infantil, parece libro de infante. Explicarme intentas el Universo Paralelo, a mí más me interesa la máquina del tiempo.

¬Sólo he intentado que veas, -dijo-, que al retroceder las setas en el tiempo y aunque encontraron a sus iguales, seguían siendo venenosas, igual de letales. ¨El Perfume Venal¨ es la máquina del tiempo.

Quedé sin palabras. ¬Es, que lo has adornado tanto, que no vi relación, hasta llegar a las últimas frases citadas... y despertar mi ¨Neurotaquión¨. Alsahín rió, y dijo:

¬Te voy a contar un secreto....., Arbacia no está de descanso. Nunca más volverá. Se fue buscando la gloria, en éste mundo no está. Se llevó varias fórmulas, entre ellas la del ¨Perfume Venal¨.Te daré los mismos parámetros, ojalá tengas suerte y lo puedas hallar. Que te sea leve el viaje.

Todavía no salía de mi asombro......., con lo de Arbacia. Le dije: ¬Te espero Alsahín, sólo se puede viajar de uno en uno. ¬No franc, -contestó-. ¨Yo, ya estuve allí¨, puede que no coincidiéramos en el pasado, además no quiero arriesgarme en el viaje, por mí, por los seres que quiero. Soy feliz aquí. ¬Prométeme si no regreso, que no desvelarás la fórmula, nuestro secreto.

¬Así lo haré. ¡Lo juro!. Me lo dices y te lo digo. ¡Quién nos iba a decir, que más rápida que la luz, era algo tan ambiguo!. Quién nos iba a decir, que en este tiempo de ahora, se iba a descubrir algo tan antiguo. ¬¡Adiós Alsahín!..... ¬Adiós franc....¡Hasta siempre amigo!..

Alsahín activó la máquina. Creí viajar a través de un túnel. Vi luces y sombras, y no paré en ningún tiempo. Estaciones llenas de no se sabe qué historias. Programada estaba la máquina, también el destino. Con un poco de suerte encontraría el camino. No sé cuántos tiempos pasaron. Noté sudor en la frente, pero estaba todo sudado. Había acabado el viaje, el cuerpo presente y sin equipaje. ¡Había llegado!. No era sudor, flotaba entre aguas tranquilas. Saqué mi cabeza, también mis brazos, puse pie en tierra y salí del lago. Caminé largo rato. Vi luz en el frente. Necesitaba comida y descanso, llegué a la luz reluciente y leí con agrado: ¨Posada del Semántico Mago¨. Allí pasé una noche y dos días, y aprendí algunas cosas del amo. Entre otras, que el hablar es un modo infalible, si bien se utilizan las reglas posibles. Me informó de la zona, del Rey Alcor, de la Reina Mandalandinga, del reino y del pueblo. De sus Islas secretas, y de los viejos del buen ruego. Esperaban mensajes del cielo. El Rey esperaba un evento. Buscaba un contrario valiente, y así poder encontrar, grande era el premio, la señal o el farsante. Al día siguiente dejé la posada y me acerqué al pueblo.


El Pueblo

Con hambre y sediento, sin oro y sin plata, sin dinero. Me encontré con varios hombres......... que pusieron la mano con buen ruego pidiendo:
¬¡Señor, alguna mandala o un mal alcor!......

Levanté las manos, ¬¡lo siento!. ¿Sabéis algún sitio dónde ganarlo?, -pregunté-. ¬En la plaza Forza, más al centro, -respondieron-. Se hacen apuestas, leen las manos, echan las cartas y se disputan las mozas.. Si no lleváis dinero....... ni mozas, ni cartas, ni manos leídas, ni un gano pierdo. Sólo os queda retar al guapo gigante peleante..... el hijo del porquero. ¡Que ahora está diez a uno!, buena bolsa y buen dinero, para quien lo doblegare.... Buen botín, para quien sepa encontrarle su punto débil. Quien sepa burlarse con retintín del narciso apolíneo, y pueda enojarse con el repiquete. Con un sinodino, confuso, creído y mezquino...... Encendida la rabia y la cólera, pierde su fuerza y su temple, el guapo gigante, peleante y fino.

¬¿Habéis terminado la cita?, ¡por fin!, -dije-. Va a ser duro el encuentro. Para decir que es niña llorona, mucha vuelta, para tan poco ruedo.
¬Acordaros de nosotros, a la vuelta. Os lo pedimos como antes, con buen ruego. ¬Por aquí pasaré, lo prometo.

Marché hacia la plaza. Había mucho bullicio. Iba a empezar el combate. Ya no era posible el reto. Vi al contrincante, era bajo feo mozo. Se inició el primer asalto. El mozo bajo feo por los aires, después rodando por el suelo. Derecha izquierda, izquierda derecha, arriba y abajo. ¡Una escabechina!. Algo debía hacer para parar la sangría. Me abrí paso, y me acerqué a la esquina. ¬¡Cúbrete bajo feo mozo!.

Terminó el asalto. ¬Escucha bien, -le dije-, si quieres no hagas caso, y si quieres caso hacer, al gigante guapo peleante podrás vencer. Escucha el repiquete, escucha el retintín, es éste: Cuando se acerque el peleante, te dejarás coger y al oído dirás lo siguiente: ¨¡Qué recio, qué guapo, tus ojos son tan grandes como platos, tan saltones como pimientos morrones, tan brillantes como bolitas de alcanfor!¨.

Empezó el segundo asalto. El bajo feo mozo, soltó el retintín. El gigante peleante resopló. El bajo feo le metió un buen capón. Ni cosquillas hizo a su armazón. Terminó el segundo asalto.
¬¿No sabes algo mejor, más efectivo, que vaya más al ojo, más a saco?, -preguntó-. ¬Ya ha resoplado. ¡Tú tranquilo!. Iremos al grano.

Suéltale este otro: ¡Vaya nariz que tienes!, más parece hocico. Ahora que lo recuerdo, ya sé donde te he visto, “en la venta del ventero, de los puercos, el más guapo de los cerdos, de los cerdos el más guapo del porquero”. Empezó el tercer asalto. El bajo feo mozo soltó el repiquete. El gigante peleante le miró confuso. Resopló de nuevo, y otra vez y una vez más, se envenó, y apunto de entrar en cólera, sonó el gong.

¬Muy bien, -le dije-..... ¡Ya casi es nuestro!..... Sólo hace falta tocarle el hueso. Pon atención y no te equivoques, si tienes buena dicción a gigante guapo peleante meterás en el bote, tendrá lo suyo, le darás macatraca, le darás la del pulpo. Le dirás: ¡Qué piel más fina...... la del gigante y guapo peleante!, ¡qué fina!, más fina que las gallinas que se venden, que las vendidas gallinas. ¿Entiendes?, y seguirás: “Hasta entre las piernas, qué fina, qué poca, tan poca que ni se la nota. ¿Será un punto, o piel de castrado eunuco?”.

Empezó el cuarto asalto y soltó el retintín. Ya salió del rincón el gigante peleante venoso, resoplando, cuando el repiquete escuchó. Reventaron casi sus venas, entró en cólera, se puso rabioso y lloró como nena. Su boca babeante. ¡Era una pena!. Bajo feo mozo le dio gran paliza, en sus manos era muñeco de feria. Perdidas sus fuerzas, el gigante guapo peleante sólo era un saco de raíces cualquiera. ¬¡Tongo, fuera! ¡fuera, tongo! -se oyó-. Bajo feo mozo escuchó: ¡El tonto muera, muera el tonto!. ¡Qué paliza le dio!. El gigante guapo peleante yacía en suelo, sin poder levantarse.
¬¡Que lo laven y lo curen!. ¡Que le den remedio de hipócrates!..... ¬¡Muy bien bajo feo mozo!.

¬Me has servido de gran ayuda, -dijo bajo feo mozo-. Sin ti sería mi alma un pingajo en lugar de la suya-. Acepta de agrado la mitad del botín....¬Lo cogí. ¡Cuarenta Mandalas de plata!........

¬Adiós amigo, ¡aprovéchalo!, y que la vida te sea grata. Recordé a los pobres, -pensé: Después de yantar, no sea que falte y no sobre. Me dirigí al mesón para mojar la garganta y llenar el estómago. Entré.....

¬¡Mesonero, vino y vianda!
Curiosos, miraron los de dentro. Apareció el mesonero.

¬¿Habéis oído?, -preguntó a todos......, jocoso-. Vino y vianda pide el forastero, como si nada. ¬¿Acaso lleváis dinero?, ¿o vais a dejarlo debido, para pagar después lo comido?...... -preguntó-.

¬No mesonero, parecido. Voy a dejar lo debido, para pagar lo comido. Dinero tengo, legal, algún que otro mandala de plata real.

¬¿Será cierto?. Enséñamelo, -dijo-. Se lo enseñé.

¬Lo siento caballero, -respondió-, aunque lleva el señor dinero, a un extraño no puede servir mesonero, que lo expliquen aquí los clientes, paisanos del pueblo.
¬¨Si el señor quiere vianda y buen vino....., -dijeron-, deberá acertar acertijo¨.

¬¡Caramba!..... éste es un reino de adivinos, un país de acertijos y adivinanzas. ¡Caramba carambola!, aún no he salido de una, y ya estoy metido en otra.
¬Sí, es de adivinanzas, -dijeron-, con el acertijo expuesto hacer bueno el hecho...... ¿Estás dispuesto?, ¿Serás uno de ellos?.

¬Fácil lo has puesto. En ayunas estoy, -contesté-. ¡Exponedlo, os lo demostraré!..........
¬¿Qué es mejor, -preguntaron-, la eterna felicidad o un sandwich de jamón?..... Con el hambre que tenía, no había duda, -pensé y dije-: ¬Desde luego ¨nada¨ es mejor que la felicidad eterna...... y ciertamente un sandwich de jamón es mejor que nada. Por lo tanto un sandwich de jamón es mejor que la felicidad eterna. Se quedaron pensativos..............

¬Cambias las palabras, -dijeron-. ¡Es un engaño!. ¬Tanto como el vuestro, -dije-“¨Nada¨ se ha cambiado”. Se acercó hacia mí el mesonero.

¬Veamos. Bien parado has salido, veremos si lo eres tanto conmigo. Enséñame de nuevo una moneda. Le enseñé la mandala.

¬La Dama otorga, -dijo-, lo que su Señor le concede. ¿Qué dona la Dama y qué concede el Señor?.

¬La Dama como bien sabe, es la Reina Mandalandinga, el Señor......... el Rey Alcor, aquí representado por el gran basto real, que representa el poder. ¬“¡La Dama dona, el poder que le concede el Rey!”, a todo aquel que la posea. Si es de plata, es un poder, y si es de oro, el poder es otro, -contesté-. Sonrió el mesonero.
¬¡Vianda y vino para el adivino!, -dijo-.

¬Gracias caballero, que llevo ya dos días, difícil lo habíais puesto. Creí que hoy tampoco comía.Comí, y sacié mi sed con vino y más vino. Con la barriga llena, y demasiado contento, llamé al mesonero: ¡Por favor, la cuenta!, no se demore el señor, ja, ja, ja, no sea que me arrepienta y no le page. ¡Que tengo el poder de la Reina!....... ¡y no me obliga a pagarle!. Aquí tiene el mesonero las dos mandalas de plata, y...... si no es molestia, me podría informar ¿dónde debate la gente, sobre dimes y diretes, sucesos, filosofías y noticias del reino?.....-Rió el mesonero-.... dijo:

¬¿Acaso pretendes hacer el ridículo? ¡Son hombres sabios! muchos de ellos Caráculos, de Demóstenes discípulos.

¬¿No conoce el dicho?, -pregunté-. ¡Que vengo del cielo!, -proseguí-, y vino que del cielo vino, y con tanto resplandor, que sin saber de letras se hizo predicador.... ¡Y yo lo soy!.

¬Sí, sí, señor, -dijo-, vaya usted con dios. Pero, ¿dónde está esa gente?, -insistí-.
¬¿No vienes del cielo?. ¡Adivínalo!, -prosiguió-: ¬Será mejor que duermas y digieras el vino, que pasen unas horas y te subas al púlpito.

¬Tiene razón, mejor es dormir lo comido, que hablar lo bebido y no debido. Salí del mesón. De nuevo me crucé con los hombres del buen ruego.
¬¡Hombre de palabra eres!, -dijeron-. ¡Creen que vengo adrede!, -pensé-. Ya daba media vuelta, y escuché:
¬¨Se dice, se comenta, que en el reino hay gran oferta, por sabios bien medida¨.

¬Sí.... -me apresuré a decir-, hombre soy de palabra. Me senté con ellos. ¬Busco a esos sabios, esos hombres, esa oferta debatida, el lugar de sus debates y dónde empieza la partida.

¬Dónde empieza está por ver, -dijeron-. El Oratorio está cerca de Palacio. Muy grande es el sitio y con gran plaza.

¬Aquí tenéis mandala de plata, -dije-, para cada uno que compruebe su valor. Habían cuatro. ¬Es de plata, sí señor, -dijeron todos-.
¬Pues ya sabéis, a repartirla, -dije medio dormido-.

¬¡Pero sólo hay una!, faltan tres, -dijeron.

¬Una era la que os di y una la que os enseñé, y que cada uno pudierais ver.¡Ingratos!, malos compañeros, -pensé-, que repartí una para los cuatro, no para tres, -me dormí-.

No sé cuánto tiempo pasé allí. Desperté y recordé a los viejos del buen ruego. Ya sabía el camino, los hombres ya no estaban. Me puse el gorro, hacía frío, la tarde avanzada y el pueblo vacío. Pasó un rebaño y su cabrero, caminé junto a ellos hacía el Oratorio, en silencio y sin dinero. Sólo el balar y el canto de las cabras daban crédito al suceso, pensé: Era cierto, no era un sueño, me dejaron con lo puesto, ya me avisó el mago: ¨Cuidado con el buen ruego¨.

Rompí el silencio y dije al cabrero: ¬¡Hermoso rebaño de cabras, sí señor!. ¿Puedo hacer una pregunta al pastor?.

¬Las que usted desee y quiera, -respondió-.
¬¿Cuánto andan cada día sus cabras?.
¬¿Las blancas o las negras?, -preguntó-.
¬Las blancas.
¨Las blancas andarán unos seis kilómetros al día¨.
¬¿Y las negras?.
¬¨Las negras también¨, -respondió-.
¬Y ¿cuánta hierba diría que comen cada día?.
¬¿Las blancas o las negras?.
¬Las blancas.
¬¨Las blancas comerán unos dos kilos de hierba al día¨.
¬¿Y las negras?.
¬¨Las negras también¨.
¬¿Y cuánta lana diría usted que dan las ovejas al año?, -pregunté de nuevo-.
¬¿las blancas o las negras?.
¬Las blancas.
¬¨Bueno, pues unos tres kilos de lana al año¨.
¬¿Y las negras?.
¬¨Las negras también¨.

Intrigado..., le pregunté: ¬¿Porqué a cada una de mis preguntas sobre las ovejas y cabras, insiste en distinguir ovejas y cabras, las blancas de las negras, si no se diferencian más que en el color?.

¬Verá usted, -dijo el pastor-. !Es que las blancas son mías!....... ¿comprende?.
¬¡Ah, ya!......... ¿Y las negras?............
¬”Las negras también” -respondió-.

¬El señor pastor, -dije-, hace absurdas distinciones en lo que para la protección y el cuidado al rebaño se aplica igual en sus funciones.
¬¿Usted cree?, -dijo el pastor-. ¬Yo no creo, yo sé, -respondí-.

Le pregunté de nuevo al pastor: ¬¿Qué tiempo cree usted que vamos a tener mañana?.
¬¿Y usted, qué tiempo cree que vamos a tener?, -replicó-. ¡Ya te pillé, falso orador!, -pensé y dije- : ¬¡El que yo quiero!.

¬¿Y cómo sabe usted que va a hacer el tiempo que usted quiere?, -preguntó.
¬Verá usted, -dije-, cuando descubrí que no siempre puedo tener lo que quiero, aprendí a querer siempre lo que tengo, -proseguí-. Por eso estoy seguro que va a hacer el tiempo que yo quiero. ¡El que tengo!.

¬Muy agudo el forastero. Ésta tarde, antes de salir de casa, aposté con mi mujer dos mandalas a que regresaría antes de medianoche.
¬¿Y suele usted ganar las apuestas?, -pregunté-. ¬La verdad, -dijo-, es que la mayor parte de las veces me dejo ganar, je, je, je.

¬¡El señor demórese!, -contesté-, y nunca llegue antes de la media noche. Muy seguro está el pastor, de que es su señora quien gana la propuesta. ¡Que puede encontrar a su doble, que le gane la apuesta!.Con acertijo le quise hacer ver. El pastor pensativo, queriéndolo entender.

Me acerqué al Oratorio, no había mucha gente, lo creí encontrar lleno. Serían sabios...... o genios, grandes oradores con grandes pensamientos, pero también eran hombres que pisaban el suelo. Allí pregunté por el hecho, de que el Señor buscaba un pertrecho, para hacer ver al pueblo que él era el Rey, ¡El único genio!.

Ja, ja, ja, -rieron-. ¬¿Qué pretendes?. ¿Tú....., te vas a enfrentar a nuestro Rey?.....¡Con esos trapos!. ¬Veo que llevas el nombre en la frente, -dijo uno de tantos-. ¬¡¿Eres Rey?!. ¡¡El Rey Adidas!!, -exclamaron-.

De la cabeza quité el trapo. ¬Si, soy Rey, -dije-, pero ni yo, ni mi reino, son de éste mundo. Inconscientemente saqué un cigarrillo y encendí el mechero, -se asustaron-.

¬¡Un arma de fuego!. Estaban aún asombrados. Cogí la cartera y también un papel, coloqué mi cara tras él, y le añadí fotografía. Di la vuelta al cartel y vieron mi cara, ¡la mía!, impresa en él. ¡Magia!, -dijeron-, ¡magia!. Se armó gran revuelo. Acudió la Guardia Real y me pusieron el cepo. A la mazmorra fui llevado, a pan y agua me tuvieron, largo tiempo. Recordé a Alsahín: Te daré los mismos números para que coincidas en su universo. Entonces, ¿porqué no había coincidido con él?. Los dos habíamos utilizado el mismo sistema, los mismos parámetros, sin embargo, de él no se hallaba ni rastro. Pronto hallé la solución. Era tan sencillo, como que él había llegado antes y yo después. La diferencia de ese antes y después era lo que me separaba de Arbacia. Calculé el dato con una sencilla operación. Arbacia salió tres meses antes o noventa días. Calculando un día terrestre de veinticuatro horas, y suponiendo que el universo paralelo en el que me hallaba, era idéntico al suyo y al nuestro, multipliqué los siguientes valores: Noventa días por novecientos mil kilómetros segundo (velocidad del neurotaquión), dividido por las cuatro dimensiones. Además tenía que tener en cuenta la diferencia de masa. Añadí este factor, teniendo en cuenta que por cada kilo de masa superior al mío, se elevaba el exponente a la cuarta por cada una de las dimensiones. La diferencia resultante: ¡Cuarenta neurotaquiones!...... Novecientos mil millones de segundos.

Arbacia viajó en el tiempo, hacia los pueblos y Reinos de leyenda ya olvidados, ¨Allá por la Media Luna Fértil¨. Corrieron los tiempo y llegó a oídos del Rey la singular escena. Se abrieron las puertas del calabozo, dijo el guarda: ¬Necesitas una buena friega y ropas nuevas. Encomiéndate al sabio, el Rey espera. Me lavé y puse perfumada ropa. Me llevaron ante el Rey Alcor y la Reina Mandalandinga, sin decir ni jota. ¡Tengo hambre!, -replicó mi boca-.


El Senado

Antes de pronunciarme, -dijo el Rey-, deberás pasar la prueba del senado. Se retiró el Rey y al Oratorio fui llevado. Se dividía en tres partes, una a cada lado del trono, otra en el frente. Yo en el centro. Arriba y en círculo, infinidad de gradas ocupadas por multitud de gente. Apareció el Rey y dijo: ¡Por Alsahín!. Aquí de nuevo estamos para....... Le interrumpieron las voces de las gradas: ¬¡Viva el Rey!, ¡Que hable Alcor!, ¡Viva el Rey!, -dijeron todos-. Y el Rey habló : ¬¡Bien...!, ¡como veis, éste puede ser un farsante, o puede ser Él!. ¬Te explicaré cómo funciona el gobierno, -dijo-. A mi derecha ocuparán sus puestos la familia de Lóscaras. A mi izquierda, la familia de Lósculos, en el frente se sientan los Caráculos. Si no hay consenso actúan ellos.

¬Procedamos pues a ello. ¡Que entren los Senadores!. Y entraron Lóscaras y Lósculos. Una vez en sus puestos......, -dijo el Rey: Escogeré a cuatro de cada lado. Ellos te interrogarán. Seleccionó de Lóscaras a : Caracátula, Caracatón, Caralígula y Caráplaton. De la parte izquierda, de Lósculos escogió a : Culóplano, Culorón, Culócara y Culórado. ¬Por si sus nombres te intrigan....... te explicaré de dónde vienen cada una de las familias.

El nombre de estas familias, procede de los días en que las tierras se disputaban a vida o muerte. Era tan sencillo como echar una moneda al aire, y elegir cara o culo. El ganador incrementaba su hacienda. El perdedor, lo perdía todo. Siempre le quedaba el consuelo de poder servir a su derrotador. Si no lo aceptaba así, tenía que empezar de nuevo, desde abajo. Pasando de ser un vulgar Mandalandinga, a Pícaro Pendenciero, Criado del porquero, Viejo del Buen Ruego y Justiciero. Pues bien, ocurrió algo increíble en uno de esos duelos. Sucedió, que echada la moneda al aire, ya cada uno elegida su opción, quedó la moneda sobre la mesa y no hubo vencido ni vencedor. Aunque parezca mentira, de lado la moneda cayó, desafiando las leyes de la física, que ni tan siquiera la madera receló, quedando todos pasmados, ante lo inaudito del reto y de la situación.

Se creó un gran dilema, mostraba su cara y culo a cada uno la moneda. Se ofertó a los asistentes poder solucionar el problema. -Levantaron la mano-. Era ¨Púlido¨, conocido matemático, y dijo : ¨Señores, ya lo estaba estudiando de lejos¨, y ahora de más cerca, me confirma la idea, escuchen el consejo: ¨Los dos son ganadores, los dos son perdedores¨. No hay ganadores ni vencidos. Quien haya elegido cara, si hacia él queda la misma, se considerará ganador. Lo mismo sucederá a quien haya elegido culo. Y esto sucede, tanto si la opción es cara gana, culo pierde, como cara pierde, culo gana. Así lo aceptaron y disolvieron la reunión. Consolándose, reían los dos: ¨Es mejor quedarse con lo puesto, que querer ganar, y perder hasta el resto¨. Se fueron contentos y raudos, dando las gracias a Púlido, a quien tomaron por sabio. De ahí vienen Lóscaras, Lósculos, y Caráculos.

¡Sigamos pues Senadores!, -dijo el Rey-. Hablaron entre ellos y acordaron elegir a Carádemos para hacer la pregunta.
¬Siempre me toca a mí dar la cara, -se quejó-. Podíais elegir a Culoáteo, o a Culófeo, también a Carácara, a Culótoca o a Culosé.

¬¡Silencio.....¿qué es esto?!... ¡Carádemos!, ¡demos la cara!..... ¬Bien, sí, sí, señor, -dijo él-. Hablaron de nuevo entre ellos, y dijo Carádemos: ¬Ésta es la pregunta Señor.....

¬Adelante, adelante...... Prosigamos, -dijo el Rey-. Os escucha el iluso y pretendiente a retador varonil.

¬¿Qué forma tiene el Planeta?. ¡Si es que saberlo podéis!.

Quedé un poco espantado...., pues semejante pregunta, tan tonta y tan fácil, algo debía esconder.

¬Bien, -dije-, pues... En los tiempos de donde yo vengo, se alzaron voces sobre ese hecho. Todos tuvieron razón, cada uno al hecho algo añadió, añadiendo nuevas teorías al hecho, que mostraba la ciencia, sin despreciar el hecho primero y laborando en el hecho a conciencia. Éste fue el hecho. La primera voz dijo: El Planeta no es plano sino redondo. Sí, sí, -aplaudieron Senado y las gentes-. La segunda voz: El Planeta además de no ser plano, sino redondo, se mueve y traslada. Sí, sí, -aplausos de nuevo en el Senado y las gradas. La tercera voz: El Planeta es redondo, se mueve, traslada, gira y rota. ¡Eso es!, sí, sí, -plena euforia, algarabía-.

¬¡Y yo os digo!, -proseguí-, que la Tierra no es plana ni redonda, ni se mueve, ni traslada, ni gira, ni rota. Quedaron mudos, Lóscaras y Lósculos-, se quedaron con cara de los ausentes, los Caráculos.

¬La Tierra, -proseguí-, es como el polvo de la Tierra, que va y viene. ¡La Tierra, es la tierra!. El Planeta es otra cosa.... Es, como una pelota, impulsada por pie de niño travieso, que va hacia el frente o hacia atrás, según desde donde se observe el vuelo. Puede girar a la diestra o hacerlo a la siniestra. Según el empuje, según el efecto. Unas veces va a parar a otro pie, otras el rumbo es incierto, como barco sin vela, como bote sin remo. Otras veces es parada por el Arquero, algunos hombres lo llaman Metaguarda o Guardameta, otros, Cancerbero. El momento más peligroso, es cuando queda la esfera en el aire, sin ser impulsada, mientras llega el que le dé la patada, o puntapié, pues otro adelantarse puede, y mandar la bolita a la red.
Se armó gran escándalo. Dijo el Senado: ¬¡Pero, ¿de qué Planeta estás hablando?!.

¬De la Tierra, -respondí-. De nuevo el jaleo. ¬¡Está loco! ¡Ya no hablamos!.
¬A lo hecho pecho, -dije-.

¬El Senado se calla, -dijo el Rey-. ¡Tomo el poder!, -prosiguió-. ¬Eso que tú llamas Tierra, es aquél....... señaló con la palma. Ese punto distante, en el cielo infinito, lucero brillante, pequeño y rojizo. ¡Confundes la Tierra con Marte!.... nuestro planeta. Su propio nombre lo indica: La Luna Lunes, nuestro Planeta Marte Martes, Mercurio Miércoles, Júpiter Jueves, Neptuno Viernes, Saturno Sábado, la Tierra Salutrón. Has contestado muy bien a Lóscaras y Lósculos, no tengo en cuenta el error.

¡Que siga el debate!...... Se reanuda la sesión, -dijo el Rey-.
¬¡Que vengan los diez sabios más resabios del reino!. Que se acerquen hacia el centro. ¡Que entren los Caráculos!. Que cada uno diga un proverbio, una frase elegante, un ingenio. ¬Si la tuya es mejor que la de ellos, serás el veraz, será evidente. Así podré escoger, no de oídas sino personalmente.

Cada uno recitó su estribillo. Ya iban nueve, a mi lado el diez. En primera persona no quería ver el evento, aún no podía entrar al convento, de lejos querialo ver. Su turno tocó al número diez, -dijo éste- : ¬No sé....no sé.... Le eché una mano. Le dije muy bajo: ¨Eso dice el creyente para refugiarse en su creer¨. -Le ayudé-.
¬¿Seguro que eso es tuyo?, -preguntó el Rey-.
¬Sí, sí, lo aseguro -respondió-. ¬Lo dudo, -dijo el Rey- ¡Que salga el retador!. Advirtió el Rey blandiendo su espada, creyendo Caráculo, al apuntador escondido tras túnica blanca. Escogiste mal el trueque. ¬Que el retador salga y diga cuántas rectas hay en un punto. Pues a ese ya lo conozco, y no hace ni ¨O¨ con canuto. Y si tarda en salir, demostraré en el cuerpo de éste, las rectas que mi espada puede abrir, en el punto que el escogiere.

¬¡Aquí estoy Señor!......Suelte al pelele. Quedó el Rey pensativo...... y preguntó: ¬¿No será ¨pelele¨un insulto?, que aunque un poco torpe, es hombre sabio, es un Caráculo, -prosiguió-. He oído de tu ingenio, también de tu argucia. Veremos si estás a la altura. ¡Te reta el Rey!, grande es el premio. La prueba, es dura. Te espero mañana. ¡Al amanecer!. ¡Que le den blanda cama y bella mujer!.

¬¡Dura la quiero!, -respondí-. ¬¡Y yo también!, je, je, -dijo el Rey-.
¬En cuanto a hembra, -dije-, hembra no quiero, lo que quiero......... señalé con el dedo.

¬¡Que le den de comer!.... ¡Que le den!.... ¡Mañana al amanecer!. ¬¿Creo que eso ya lo he dicho ¨Denantes¨?. ¬Así sea y así es, -contesté-, también, así fue ¨Denspués¨.


La Partida

La partida había empezado, tenía una torre amenazada por un alfil. Otra torre en ruinas había sucumbido a otro ataque de alfil. La Reina inmóvil, flanqueada por peones, cuyo avance se veía limitado por falta de órdenes. Un caballo inseguro la protegía y observaba como dos alfiles luchaban en territorio enemigo, intentando disminuir la caballería, refugiada alrededor de la torre que en ocasiones hacía temblar la defensa de la Reina. Tenía la infantería disminuida, no podía hacer uso de la misma, salvo con ataques suicidas. Tomé una decisión. La única que quedaba. ¨Atacar con el Rey¨. Paso a paso, sin piedad, el Rey fue mermando las filas enemigas. Peones, caballos, alfiles, todos caían a su paso. Mi Reina cayó. Pronto me vi frente a la pretendida, junto al Rey enemigo. Y dijo el Rey: ¬No tienes ya infantería y los alfiles y torre no pueden defenderte. Sólo conseguirás mi Reina, si das muerte al tigre, que saldrá por sorpresa de una de las cuatro casillas centrales. El Rey tenía fama de ser hombre verdadero...... Por lo que hice el siguiente razonamiento: ¨En la cuarta casilla no puede estar, pues el tigre saldrá por sorpresa. Con lo que si abro las tres primeras y no está, sería muy claro que está en la cuarta, pero entonces no habría sorpresa y el Rey no miente. Hice el mismo razonamiento con la tercera casilla, con la segunda y con la primera, y llegué a la conclusión de que no había tigre¨...... Un insensato hubiera abierto las puertas una tras otra y el tigre se lo habría comido. Pero yo era ¨ Rey¨, y pensé que si no había tigre, entonces el Rey mentía, sin embargo lo señalaban como a un Rey verdadero. “La Reina sería mía, y con ella el Reino”. Opté por abrir las puertas sin orden... El Rey no mentiría en ninguna de sus observaciones, y yo mataría al tigre. Solamente debía ¨pensar¨, que en cada una de las puertas estaba la fiera. Abrí la primera, abrí la segunda, apareció el tigre y lo maté. Dijo el Rey:

¬He visto que eres un Rey sensato y valeroso. ¡Aquí tienes a la Reina!, pero aún no el Reino. No tienes caballería, ni tan siquiera un peón perezoso. Ten en cuenta la casilla, cuidado con el foso. La Reina es tuya, pero por poco tiempo.
El Rey hundió su espada en mi pecho.
¬Te saltaste las reglas, -dije-. No has dado aviso del hecho.

¬¡Te equivocas!. -dijo el Rey-. Te avisé del foso y no hiciste caso. Tropezaste y poseíste a la Reina, cayendo a mis pies. Con tu muerte y con tu sangre reorganizaré mi ejercito.

¬Ten piedad de mí. He sido un rey valeroso y sensato. También he vencido al tigre, y con mi razonamiento no te he dejado por mentiroso.

¬Sí, pero ¿quién crees acaso que soy, ¡Dios!?. ¡No lo conozco!, -prosiguió-. Aunque hubieras sido muerto por el tigre, mi verdad y mi mentira es tan grande una como la otra. ¡Sólo soy un hombre!. Tu ambición ha sido tu tumba, pues pretendías mi muerte y mi Reino.

¬¡Ya entran mis peones en el Paraíso!, ya se levantan de nuevo mis fortalezas. Ya resucita la coorte entera, ya acude la Reina a mis brazos. ¡Viva el hombre! ¡Viva el Rey! ¡Vivan sus ejércitos! ¡Muera el insensato!. La ambición mató al Rey, perdió al hombre, la avaricia rompió el saco. Me cogieron de pies y manos, me lanzaron al foso.

Los cielos te reclaman y giran en torno a ti,mostrando sus sempiternos esplendores, y tus ojos contemplan solamente el suelo. Dante