El Arte de Pensar

No sólo nos gusta escribir lo que pensamos, si lo escrito no es leído, ¡para qué esforzarse buen amigo!, de poco vale en el papel plasmado, lo que pensamos, sin compartirlo.

lunes, 16 de junio de 2008

Orígenes

Termópilas
Para que el pequeño ejército griego pudiera enfrentarse con éxito a los persas era necesario hacerlo en un lugar estrecho, donde el contacto real involucrara necesariamente a pocos hombres. Un lugar adecuado era el desfiladero de las Termópilas, unos 160 kilómetros al noroeste de Atenas. Allí acudieron 7.000 hombres bajo el mando del rey espartano Leónidas. Con los Persas estaba Demarato, el rey espartano exiliado por Cleómenes I, quien advirtió a Jerjes I de que los espartanos combatirían duramente.

Así fue, los espartanos resistieron tenazmente al ejército persa, pero éste encontró finalmente un estrecho camino por las montañas que conducía hasta la retaguardia griega. Jerjes I envió un destacamento y los griegos se dieron cuenta de que iban a ser rodeados. Leónidas ordenó la retirada, pero él mismo y sus 300 mejores hombres decidieron quedarse (la retirada hubiera sido deshonrosa). Con ellos se quedaron unos 1.000 beocios, parte de los cuales se rindieron al siguiente combate, mientras que el resto resistió con Leónidas luchando mientras pudieron hacerlo, y al final murieron todos. Plistarco, el hijo de Leónidas, era menor de edad, así que Pausanias, primo del rey fallecido, actuó como regente.

La batalla de las Termópilas fue recordada durante siglos como ejemplo del heroísmo griego e infundió gran valor a sus soldados, pero lo cierto es que Jerjes I seguía avanzando. Llegó a la misma Atenas, la ocupó y la quemó, pero lo que el rey persa se encontró fue una ciudad vacía. Todos los atenienses se habían refugiado en las islas vecinas y los barcos griegos esperaban entre Salamina y el Ática. Aunque la flota era mayoritariamente ateniense, estaba bajo el mando de un general espartano, Euribíades, pues en aquellos momentos los griegos sólo se sentían seguros bajo mando espartano, pero los espartanos no se sentían cómodos en el mar, y a Euribíades sólo le interesaba defender Esparta. Su intención era dirigirse hacia el sur para proteger el Peloponeso. Temístocles se opuso con tanta insistencia que en un momento dado Euribíades perdió los estribos y levantó su bastón con ademán de golpearle. Temístocles gritó ¡Pega, pero escucha! El general escuchó los argumentos del ateniense y sus amenazas de embarcar a todos los suyos y marcharse a Italia. Los espartanos no podrían resistir mucho tiempo ellos solos sin una flota. Euribíades acepto quedarse y hacer frente a los persas, pero Temístocles temió que en cualquier momento cambiara de parecer, así que preparó una estratagema.

Envió un mensaje a Jerjes I proclamándose amigo de los persas y recomendándole que se apoderara de la flota griega antes de que pudiera escapar. El rey persa confió en el consejo. Al fin y al cabo, Grecia estaba llena de traidores, había sido un griego quien le reveló el camino alternativo en las Termópilas, igualmente Temístocles podía estar dispuesto a salvarse a cambio de traicionar a los suyos. Durante la noche, los barcos persas bloquearon la salida al mar de la flota griega. Esa misma noche llegó hasta la flota Arístides, procedente de Egina, donde había vivido desde su destierro. Al parecer Temístocles había requerido su presencia. Arístides comunicó a los generales el bloqueo persa y, en efecto, al amanecer vieron que no podían escaparse sin luchar. La situación era parecida a la de las Termópilas, pero en el mar. En la estrecha manga de agua no cabía más que una pequeña parte de las naves persas, y los trirremes griegos eran mucho más ágiles. Fingían embestir a los persas, pero en el último momento giraban y, rozando el barco enemigo, le arrancaban los remos, con lo que lo dejaban indefensos. En la batalla de Salamina la flota persa fue completamente destruida.

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